El teatro donde todos son creadores

Por: Geily Coronel, estudiante de Periodismo

Un profesor de español quien lo invitó asistir a una obra de su autoría, haber actuado como uno de esos gitanos bebedores y tomadores de pelo y haberse emborrachado junto con dos compañeros de colegio de 17 años con vino sobre el escenario, fue el primer acercamiento teatral de Lizardo ‘Chalo’ Flórez Medina, director del colectivo teatro PFU en Collor y maestro de artes escénicas.

“Después de adulto analizándolo, el teatro viene de su origen de la fiesta dionisiacas cuando se hacen las cosechas de vino, la vendimia, y ahí nosotros quedamos bautizados sin saber. Yo creo que ahí fue donde empezó como un gusto, pero más fue como un hobby producto de la curiosidad de un profesor y de nosotros que nos préstamos para eso”.

‘Chalo’, sentado enfrente de su escritorio, escuchando música instrumental de piano y con la mirada perdida hacia la ventana de su apartamento, menciona que la decisión de estudiar primero sociología se basó en la premisa de que si quería hacer teatro colombiano y obras que hablaran de Colombia, debía entender que sucedía en el país desde el análisis científico.

“Una de las maneras de conocer el país es a través de la ciencia también, de las ciencias sociales, de las humanidades. Creo que la sociología, la antropología, el trabajo social, la economía, las ciencias políticas y demás áreas de las ciencias sociales humanas, permiten acercarse al país de otra manera y tener como unos fundamentos científicos para hablar de nosotros”.

En la universidad, junto con su hermano Bayo Flórez y otros inquietos universitarios, decidieron crear un grupo teatral, de ahí nació en 1992 el Colectivo de Teatro PFU en Collor. Al no haber sido apoyados por ninguna institución educativa, tomaron la iniciativa de denominarse PFU como una ironía sobre el poco respaldo de alguna academia.

“Le pusimos al grupo PFU en Collor como un juego de palabras, como un apellido, pero era jugando realmente y jugando con las palabras nos quedamos así ya no hubo tiempo después de cambiarlo con un nombre como más accesible serio y ahí dejamos”.

Él recuerda que al comienzo los trabajos que realizó con el colectivo fueron experimentales. El primero en el que participó era sobre la moralidad que se basaba en la dicotomía que se presenta en el mundo: blanco/negro, bien/ mal, el yin/el yang. Esta idea provino del texto de un autor sueco y dramaturgo que le gusta, August Strindberg, quien
hablaba de las dualidades morales desde lo religioso.

“En ese momento queríamos hablar de eso y el experimento era más visual que otra cosa porque era sobre cuerpos pintados, cuerpos casi desnudos, pintados, música en vivo con una banda de rock, textos teatrales que hacíamos con mi hermano y yo y asumimos los roles, digamos protagónicos con esos textos”.

Acomodando sus gafas rojas y peinando de vez en cuando su cabello negro, que desciende ondulado sobre la espalda, menciona que la calle fue el escenario inicial donde presentó obras junto con el colectivo, como la de “Los Colores de la música en el tiempo”, proyecto que fue compuesto más de canciones que de diálogos.

La calle fue una escuela perfecta para mejorar el proceso actoral de ‘Chalo’ en esos tiempos, ya que requería doble trabajo en la proyección de la voz y la construcción de un personaje. También le hizo recordar con nostalgia esa vez que hicieron la obra “Coram Populo”, en la torre del tanque de la Cumbre con personajes pintados, a grandes alturas y
con buena música.

“Se hizo una descolgada de los personajes con ayuda de la Defensa Civil, quienes también se pintaron y todo para poder meterse con nosotros e hicimos la descolgada desde la torre. Era muy rockera la cosa, la música era muy rockera, pero no tenía letras, todo era más sonoro y visual”.

Tras haber participado con el colectivo en una convocatoria nacional de lo que antes se llamaba Colcultura y el Fondo Mixto de Cultura de Santander, y haberla ganado entre otros grupos con largos años de trayectoria y expertos en el tema, hizo que ‘Chalo’ viera la capacidad escénica y el talento. De esta manera requirió de perfeccionar su arte y
habilidades empíricas. Se fue a estudiar, sobre todo en el énfasis de dirección, en la Academia Superior de Artes Modernas de Bogotá. 

No obstante, no es mucho el tiempo que decidió quedarse en la capital. Siempre tuvo en claro las raíces de donde provenía y la ausencia de formación artística de la ciudad. Seguía viniendo a Bucaramanga a hacer teatro mientras estudiaba en otro lugar, a pesar de que fue un desangre económico moverse en dos sitios diferentes. Pero luego de haberse graduado, retornó a Bucaramanga.

“Había que continuar en Bucaramanga el proceso, porque aquí es difícil sostener procesos y es difícil hacer teatro incluso porque no hay profesionalismo, es mucho amateur, hay mucho empírico”.

Eso sí, cuando llegó a Bucaramanga supo de inmediato que quería hacer el teatro que le gustara y fuera autónomo de las imposiciones de los demás o de esos directores que parecían más bien unos dictadores. De este modo, vinculó los estudios en la sociología y los hizo parte de las obras que dirigió y dirige. Así, los temas de Colombia y la conjugación
de diferentes vertientes teatrales son ese valor agregado que ‘Chalo’ ha destacado del repertorio que ha elaborado en el teatro PFU. 

En la ciudad bonita no pensaba que el papel de director debía asumirlo con antelación. Este nuevo rol fue más por una imposición que una decisión propia de ser ese alguien que adquiriera la mirada desde afuera, aunque acepta que, si tiene la oportunidad de agregar un personaje en una obra y actuarlo, no dudaría en hacerlo. A partir de ese momento,

‘Chalo’ comenzó a dirigir bajo el concepto de creación colectiva. Este es uno de los métodos de trabajo que más le encanta, que sobre una tarima se enlacen las distintas opiniones, como un rompecabezas.   

“Todos son creadores, todos son creativos, todos aportan al desarrollo de la obra. Actores, técnicos, vestuaristas. Todos aportan para el trabajo. Entonces eso es más orgánico, más interesante que alguien que ya trae todo en un papel, y dice ‘esto es lo que hay que hacer’. Es otra manera de trabajar. También válida, pero poco hacemos eso”. 

El contexto colombiano se ha reflejado en la mayoría de las obras teatrales que ha dirigido. Le llama la atención hacer memoria en los asuntos que se olvidan en el país y cumplir con el papel reflexivo desde los escenarios. Por consiguiente, él recalca que debe existir el proceso investigativo-creativo en lo que hace. Establecer parámetros de estudio que nutran la realización de una puesta en escena en lo social o histórico. 

“El proyecto de grado es todo el material que hemos tenido que leer. Ningún actor puede llegar en blanco. Ya tiene en la cabeza información, ya fue y visitó, ya leyó, ya miró, ya entrevistó. O sea, hacemos un trabajo previo, ya con toda esa información miramos cómo estructurar una obra”.

La obra HUMO, que hace homenaje al músico colombiano Humberto Monroy es un ejemplo de la investigación profunda que hizo ‘Chalo’ sobre un tema que se quería conocer.  Desde aquí recurre a la búsqueda de proyectos de grado, bibliografías, libros y artículos que ayuden a la elaboración de la obra teatral. 

“Toda esa investigación que nace de saber algo sobre alguien, en este caso, un personaje colombiano totalmente desconocido para muchos, pero muy importante para un país en una época, pues quisimos hacer memoria de él, reivindicarlo, hacerle un homenaje y ponerlo en donde debe estar”. 

Frente a las temáticas colombianas, las lleva al escenario de manera simbólica. No es de su gusto hacer teatro realista, en cambio prefiere realizar el traslado de lo real al lenguaje artístico, con las diferentes técnicas y herramientas que aprendió de la universidad y los libros sobre el teatro que lee y que guarda de manera cuidadosa en un estante de madera en la esquina de la sala de su casa.

“Hay muchas maneras de simbólicas en el teatro está la metáfora la parábola, está la ironía, está el sarcasmo. Hay muchas maneras diferentes a la literal, que es a las noticias en sí, entonces a través de esos códigos que permite el lenguaje teatral es como llevamos toda la situación colombiana al escenario, esa es la manera para que el público tenga una lectura de eso artística desde otro lenguaje”.

Hay obras de su recorrido artístico que le encantan, por ejemplo “Heroínas, mujeres que han dado guerra” y “Humo”. Aunque, existe una obra que le tiene demasiado cariño, la cual es “En algún lugar”, obra que elaboró y actuó junto con ‘Bayo’.

La situación de un país violentado, sumergido en el narcotráfico de los años 80 y 90, los varios asesinatos de figuras políticas, como Luis Carlos Galán o Jaime Pardo Leal fueron ese contexto que le dolía a ‘Chalo’. Por ello, en el escenario y acompañado de su hermano, expuso la impotencia que sentía de no hacer nada y solo presenciar la impunidad de la violencia. Interpretando un personaje tipo, gris, sin nombre, sin historial familiar o antecedentes, representó una forma creativa de ver a esa sociedad que siempre ha sido vulnerada.

“Con la técnica del payaso hicimos la obra, pero hablando de lo absurdo de la violencia en el país y en la obra salen los audios de cinco muertes que fueron importantes para el país, pero que pasaron sin pena ni gloria y seguían matando gente como matar moscas en un restaurante”.

Como hay obras que le fascinan, hay otras que no son tanto de su agrado y que desea hacerlas de nuevo. Josué es una de ellas. Se debe a que fue una obra prematura y elaborada en poco tiempo para su opinión y como en cualquier producto artístico para que sea satisfactorio tiene que contar con un proceso de gestación. 

“Tuvo muchos problemas y como no tuvo el tiempo de maduración, es como un vino. Uno no puede sacar un vino en 3 meses. Entonces salió mal para mí, para mi gusto salió mal. Este vino está guardado hasta que pueda rehacerlo”. 

Para ‘Chalo’ el teatro es el arte dónde está la relación constante entre el actor y el espectador. Cuando termina de exponer una obra trata de romper la relación típica de distancia que se da con las audiencias y escucha esos comentarios valiosos que luego retroalimenta.

“Conversar con el público nos encanta. Romper esa formalidad de que los actores vayan al camerino, cámbiense y váyanse para la casa y el público a su casa. No, chévere ese encuentro de conversar. Es vital”. 

Él estima tanto los comentarios del público y las críticas bien elaboradas en el conocimiento teatral de periodistas. Y más de aquellos quienes fueron los primeros que hablaron de él y del colectivo de teatro PFU, como Fernando Duque del Espectador, Edgar Gómez del Tiempo y Fernando Estrada en Vanguardia. Le emocionaba leer esos artículos que brotaban las palabras instruidas en el oficio teatral.

“Escribieron cosas muy buenas porque nos daban pistas y luces y nos corroboraron que no íbamos tan mal en lo que estábamos haciendo. Que el camino que habíamos escogido y el lenguaje de la obra que habíamos propuesto estaba bien encaminado. Entonces eran críticos que iluminaban, ya quedaban apreciaciones para crecer y lógico ya en privado
hablábamos de las cosas que ellos consideraban había deficiencias”.

Es común oírlo hablar en plural, debido a que considera que no hace teatro solo. Generalmente, hay un equipo que estuvo detrás del desarrollo del trabajo y que, en vez de solo llevar su nombre en el Premio Municipal de Teatro 2013 Instituto Municipal de Cultura, debe ser un reconocimiento del colectivo y no algo personal.

“Es como si varios pintores fueran a hacer un mural. No importa el nombre y apellido de esos 10 pintores, sino el resultado final de ese mural y cómo va a quedar, donde todos ponen su parte, pero nadie se va a dar la autoría. Eso es mío, no, es de todos. Claro que debe haber alguien que organice, que es el director”.

Los reconocimientos ganados, entre ellos la Beca Bicentenario en Teatro de Sala Gobernación de Santander 2019 con la obra “Labios de Mariposa” de Garance-Doré, han traído envidias de otros colectivos teatrales de Bucaramanga, hasta el punto de decir que compraban a los jueces. Obviamente, esto le causó indignación a ‘Chalo’, y le sorprende que todavía exista el desconocimiento sobre el proceso de selección de las convocatorias y el trasfondo creativo y estético de las obras. 

“Entonces, ese grado de ridiculez llegó a pasar porque ganamos bastante y nunca más bien pensaron qué es lo que tienen ellos y por qué ganan. Nunca se sentaron a mirar que había un equipo de trabajo, que había un talento también, había una disciplina y que había unas maneras de abordar lo que queríamos hacer artísticamente”. 

Chalo Flórez durante estos años ha mantenido la responsabilidad de jugar bien el personaje que interpreta en cada obra, de ser consciente de cada línea que dice. La sensación de subirse en una tarima lo hace sentir más vivo cuando está en esta realidad paralela.