Los domicilios: dinero extra disfrazado de esclavitud

Por Jhojan Alexander Pedraza Silva
jpedraza112@unab.edu.co
Estudiante de Gastronomía y Alta Cocina

Ser un delivery, rappitendero, repartidor de Ifood, Uber eats o conductor de Didi comidas es una forma de conseguir un dinero extra, pero, más allá de esta ventaja, estas actividades tienen varios problemas.

Espera de pedidos. / FOTO JHOJAN PEDRAZA

Es evidente que es una buena fuente de ingresos si el trabajador se esfuerza de una forma extraordinaria, trabajando de lunes a domingo en una jornada de 6 de la mañana a 10 o 12 de la noche. Este tipo de plataformas son una forma eficaz de conseguir casi un millón de pesos a la semana. Sin embargo, esta práctica también conlleva problemas como el deterioro de la salud del trabajador debido al cansancio acumulado por las jornadas excesivamente largas; además la exposición a los cambios del clima, que por lo general pueden variar durante el día, pone en riesgo la salud del trabajador.

Además de los problemas de salud, también existe una gran preocupación por el tiempo personal de cada trabajador que, por derecho, toda persona debería tener. Otro factor para tener en cuenta es que estas aplicaciones hacen énfasis en que los trabajadores y repartidores no son sus empleados, mediante el uso de conceptos jurídicos no tan claros, lo que conlleva a que no se cubran los principios mínimos fundamentales del artículo 53 de la Constitución Política de Colombia, como la seguridad social (salud, pensión y riesgos laborales), una remuneración vital y móvil, estabilidad en el empleo, etc. En este sentido, estas plataformas no se están responsabilizando de situaciones, por ejemplo, en que el empleado sufra un robo, un accidente o que fallezca mientras está cumpliendo con su labor.

Se utiliza el concepto de esclavitud debido a que, en este trabajo, la mayoría de las plataformas se rigen por unas calificaciones que dependen de los clientes; sin embargo, no hay transparencia a la hora de realizarlas, afectando la cantidad de pedidos que le lleguen a un repartidor, ya que dependiendo del algoritmo de cada app, dicha calificación permite aumentar o disminuir el número de encargos. Por otro lado, es importante abordar el tema de las activaciones de reservas para trabajar, las cuales son obligatorias para poder desempeñar dicha labor, cuyo problema es la rapidez en que los cupos se acaban, casi 5 segundos después no es posible apartar el día. Lo anterior, se debe a que muchas personas trabajan y son muy pocas las reservas existentes, además que están monopolizadas por algunos domiciliarios que se ayudan de los encargados jefes del soporte de los sistemas del trabajo.

En conclusión, para las empresas de domicilios los que trabajan en estas plataformas no son trabajadores a pesar de cumplir todos los requisitos para serlos. Los pagos a veces no son justos, pero es una forma eficaz de hacer dinero, los horarios son extremadamente largos y las condiciones de trabajo no son para nada justas. Estas aplicaciones obligan a los trabajadores a efectuar esta práctica aprovechándose de su necesidad de conseguir dinero, ya que son personas de escasos recursos y en su mayoría son migrantes. Esta práctica es común en Latinoamérica y los gobiernos han decidido simplemente hacer “vista gorda” y no han regulado este trabajo que tanto les debería preocupar, al tratarse de materia de derechos humanos.