Por Nelson Duván Sánchez Sosa
nsanchez873@unab.edu.co
Estudiante de Música
En los últimos años, la presencia de los músicos callejeros ha aumentado considerablemente en Bucaramanga, este fenómeno responde a dos factores: la pandemia y la masiva migración de venezolanos. Sin embargo, las historias y razones particulares que motivan a algunos de ellos no son las mismas y mucho menos reconocidas por el público.

No todos los que deciden hacerlo lo hacen únicamente por dinero, algunos lo ven como una estrategia para dar a conocer sus proyectos al público, y de esa actividad surgen también otro tipo de contactos, invitaciones y trabajos, no solo como músicos, incluso como profesores, dando clases a quienes se animan a aprender a tocar algún instrumento.
La mayoría de los músicos que migraron de Venezuela tenían trabajos estables como docentes o intérpretes en el sistema de orquestas de allí, incluso cuentan que tenían varias propiedades hasta que la crisis económica los obligó a salir, ahora viven solos en una ciudad desconocida y dicen: “Desagradecida con el arte, sin interés alguno”. También me encontré con estudiantes universitarios que muestran su idea musical en las calles, dándose a conocer y consiguiendo algo de dinero para su sustento.
Finalmente, las tarimas más cotizadas en la ciudad suelen ser los semáforos de las carreras 33 y 27, y no está de más el adjetivo pues relatan que la competencia por el lugar es peligrosa, y cuando se trata de trabajos más formales, es aún más agresivo: “Son más traicioneros los connacionales, solo esperan para hacer zancadilla”.