Por: Valeria Almeyda, estudiante de Periodismo.
Deiver Francisco Garrido Gonzáles, un hombre moreno y alto, con un carisma único, como lo describen sus compañeros. Es un inmigrante venezolano de 33 años enamorado de su labor: la barbería. Actualmente es el administrador y barbero de la Barbería la 33, en el centro de Bucaramanga, donde desempeña esta labor todos
los días de 8 de la mañana a 7 de la noche. Antes de venir a Colombia, trabajó en aduanas un tiempo como administrador, sin embargo, se dio cuenta que no era lo suyo y se retiró para trabajar como barbero independiente dentro de su propio hogar, con el ‘voz a voz’ de la gente que sonaba haciéndole publicidad para llenar su negocio día a día. “En Venezuela trabajaba la parte de aduanas, administración de aduanas. Tramitador, reconocedor, despachador de contenedores, con mi papá trabajaba eso, también quise meterme en esa parte de la aduana. Con el tiempo allá agarré también la barbería y me quedé solo con eso. La barbería era mía. Pues la tenía en mi casa, me iba muy bien. Monté un salón pequeño, pero no con nombre, ya la gente sabía que era una barbería, que yo cortaba el pelo ahí”.
En marzo del 2017 decidió venir a Colombia. Empacó sus maletas y se despidió de su esposa y sus hijos. Aunque pasaba la frontera de manera legal, no se sentía cómodo en la forma que le tocaba atravesarla, pues no era un viaje usual. Sin rumbo o conocimiento de a dónde debía llegar o quién lo podría ayudar, se montó en un camión. Con miedo pero con mucha fe de que llegaría a un lugar mejor. Después de su largo viaje por trochas, llegó a Cúcuta, donde tomó la decisión que cambiaría su vida. “Vivía bien, la pasaba bien, todo era bello. Hace exactamente 4 años, la situación ya empezó a ponerse ya peor, empeoró mucho pues. La vida no era fácil, era muy complicado para todos. Entonces decidí venirme acá a Colombia. Del viaje de Venezuela a Cúcuta, sí lo más complicado fue el pase por la trocha a pesar de que estaba legal . Veníamos, por ahí unos 30, unas 30 personas. Ya al cruzar me tocó preguntar porque obviamente no sabía nada, no conocía nada de Colombia, y me topé con un muchacho que me orientó, me ayudó a comprar los pasajes y eso, me asesoró pues. Y yo le pregunté, que lo más cerca de Cúcuta, o sea lo más cerca que había, y me recomendó Bucaramanga. Él fue el que me asesoró y por eso llegué acá a Bucaramanga”.
Llegó a la estación de buses de Bucaramanga, cansado del viaje y con la expectativa de lo que tendría que afrontar en la nueva ciudad. Recogió sus maletas y buscó un teléfono para realizar una llamada a un amigo que tiempo atrás había
trabajado con él. Por suerte, resultó estar trabajando en una barbería de la ciudad, y le pidió que llegara allá. Cogió un taxi, y sin saber nada de esta ciudad y confiando en que Dios lo protegía, logró llegar al punto de encuentro, donde pudo descansar un rato del largo viaje. Después de varias horas de espera, por fin logró llegar al lugar que sería su nuevo hogar. “Llego al terminal de Bucaramanga. Me contacte con un amigo y casualmente me dijo que estaba en Bucaramanga. Él me dijo que cogiera un taxi hasta Cabecera, a la barbería que él trabajaba, llegué ahí y ya por ahí en la nochecita nos fuimos a la casa donde él estaba. Me recibieron ahí. Él tenía ya tiempo, tenía casi un año acá en Bucaramanga. Él había trabajado en la barbería en Real de Minas, entonces él me dejó el puesto de trabajo de él para irse a trabajar en Cabecera. Por eso fue que se me hizo más fácil a mí. A los dos días ya él me había conseguido un trabajo”.
Después de tres meses de trabajo logró conseguir una habitación donde independizarse. Así, pudo devolverse a Venezuela a buscar a su esposa y a su hijo, pues sus otros dos hijos decidieron quedarse en Venezuela para seguir
desarrollando sus estudios allá. . Por su trabajo y gran esfuerzo, pudo comprar una casa pronto en la que vivieran los tres, donde pudieran estar cómodos y empezar a hacer su vida paso a paso. “Pues sí, yo hablé con ella, le dije que iba a viajar, que tenía que esperar por lo menos unos tres meses para que yo me organizara, que estuviera instalado acá
para poderme traer. Ya estando instalado acá, pues ya, a los tres meses tomé la decisión de irlos a buscar, a mi esposa y a mi hijo, ya yo estando aquí instalado en Bucaramanga. En un apartamento yo ya había arrendado una habitación y ahí llegamos. Duré como seis meses en esa habitación hasta que conseguí una casa para nosotros”.
Sus familiares llegaron después de él, gracias a las ayudas que él les proporcionó para permitirles venir. Deiver afirma que gran parte de su familia está instalada ahora en Colombia, entre ellos algunos de sus tíos y primos. Actualmente, gracias a su trabajo en la barbería, mantiene las cuentas de su hogar, y tiene ahorros suficientes para darle una buena vida a sus hijos y su esposa. “Mi familia bien porque cuando ellos ya llegan yo estoy ya estable. Ellos llegan en una situación más fácil, también. Mi esposa y mi hijo a los 3 meses y mis papás a los dos años, después. Mi hermano no está trabajando, mi mamá ahorita tampoco. Pues mi papá y yo trabajando. Mi esposa, pendiente del niño, los estudios, las tareas de él, pendiente de las cosas del hogar. Pues ella trabajó un año, hasta diciembre del año pasado”.
A los dos meses de haber llegado, comenzó a trabajar en la Barbería la 33, lugar donde trabaja actualmente. En ese primer año que estuvo en Colombia decidió viajar a Ecuador dejando a un lado todo lo que había trabajado en Bucaramanga para conseguir lo que tenía. Agarró sus maletas y emprendió un viaje agotador de dos días a un país desconocido, donde no se encontró muy complacido. Desilusionado y perdiendo todo, decidió volver a Bucaramanga y reinstalarse aquí, esta vez, por su cuenta. “Ah bueno, cuando llegué, por lo menos, llegué a Real de Minas. Ahí me recibieron unos amigos, Duré ahí, que, dos meses trabajando en Acrópolis, Centro Comercial Acrópolis. Y por ahí en junio o julio me vine para la barbería que está en la carrera 33 con calle 19, que es en la que estoy actualmente, ahorita. También estuve en Ecuador, dos meses, por el 2018 estuve dos meses en Ecuador, no me gustó, me
regresé para Colombia otra vez. Me parece un país muy atrasado, las culturas son muy diferentes, las personas son muy diferentes, no me gustó nada. Me regresé, estuvo muy complicado, en el 2018- 2019, siempre fue más complicado para restablecerme otra vez, porque ya que me fui había vendido todo, me tocó regresar y ya no tenía mi puesto de trabajo, lo había perdido todo prácticamente, me tocó empezar de cero pero ya después gracias a Dios todo mejoró”.
Deiver logró volver a la Barbería la 33, la cual considera ahora un hogar para él. Entre sus paredes blancas decoradas con estilos de cortes, sus sillas negras y los espejos en la pared, Deiver trabaja todos los días con la expectativa de poder comprar el local a su actual dueño, Camilo Vergara, el cual admite que Deiver es su mano derecha para tomar las ‘riendas’ del lugar. “Yo ya había pasado por esa barbería en el 2017, en 2018 por allá en mayo me voy a Ecuador. Cuando ya regresó, cuando regresó llegó a otra barbería. En junio volvimos a trabajar en la barbería. En la pandemia, pues con los domicilios, y llegaban los clientes así a la casa, y así trabajé todos esos meses. Desde junio comenzamos ahí otra vez, en la barbería. Tengo un equipo de trabajo bien, nos llevamos bien y trabajamos solo eso, barbería, no nos dedicamos a otra cosa, solo todo lo que tenga que ver con barbería. Tampoco me quejo, me va muy bien gracias a Dios y estoy bien”.
Después de todo lo que ha tenido que vivir y al poder regresar a su barbería en la calle 33 con 19, Deiver Francisco Garrido Gonzáles se ha propuesto como meta tener su propia barbería y salir adelante con su trabajo ya que es padre de familia de tres hijos, y desea poder darles la vida que se merecen, a ellos y a su esposa. Admite que su mayor aspiración es salir adelante y progresar lo más que pueda en Bucaramanga con su barbería dejando todo en manos de Dios, pues confía en que él puede ayudarlo a desarrollar su futuro. “Mi propósito actualmente, este año es, con la ayuda de Dios, lograr comprar mi barbería, tener mi propio local, en eso estoy enfocado ahorita. Ahorrando, trabajando duro, esforzándome cada día más, para ser mejor, mejor barbero, mejor persona. Me han hecho ofertas por otros locales, otras barberías, pero la verdad ahorita estoy enfocado en comprar en la que estoy actualmente ahorita trabajando, ya que el dueño de la barbería se ha portado muy bien conmigo. Camilo me ha dicho que sí, que él me vende, en vuelta de unos meses, por ahí unos tres o cuatro meses, él me dice que me puede vender la barbería ya que él me ha ayudado mucho también. Ahorita, actualmente, yo soy el encargado, el administrador del local. Y sí, ahorrando lo más que pueda para poder lograr mi sueño, salir adelante con el favor de Dios para poder darle una mejor calidad de vida a mi familia y a mis hijos. Bueno, y si Dios lo permite en unos meses tener mi barbería, ya lo he hablado con el dueño y el me dice que sí me vende”.
Deiver Francisco Garrido Gonzáles es un ejemplo para sus compañeros pues reconocen el esfuerzo que ha hecho para llegar a donde está. Como él comentaba, está próximo a convertirse en el dueño de la Barbería 33, gracias a sus esfuerzos diarios para cumplir sus sueños. Muchos de los venezolanos que llegaron a Bucaramanga se les permitió hacer parte y trabajar en las barberías de la ciudad. Sin embargo, pocos son los casos como Devier, que logran hacerse cargo de un local y estar próximos a la compra del mismo. Pocos también son los casos de las personas que logran obtener un puesto de trabajo legal e importante en la ciudad, incluso teniendo sus títulos universitarios y sus antecedentes laborales.