Personajes con historia – Noe Jiménez, la migración del otro lado de la frontera

Realizado por: Catalina Gómez, estudiante de periodismo.

La vida de los migrantes es un viaje lleno de cambios y desafíos, dejando atrás lo conocido en busca de nuevas oportunidades. A lo largo de su travesía, enfrentan obstáculos, pero su determinación y valentía los impulsan a seguir adelante, construyendo un camino hacia un futuro más prometedor. Esta es la historia de Noe Jiménez, un colombiano de 66 años que migró hacia Venezuela hace 23 años.

En Colombia viví en mi pueblo, se llama el Hato Santander, vereda Paramito. Yo ya tenía mi finca. Cultivada con café, cacao, ganado. Trabajo de mi esposa y el mío y parte también de mis hijos, porque mis hijos estudiaban, pero también me ayudaban a trabajar”.

En los años 2000 Colombia enfrentaba desafíos significativos en términos de orden público, como la muerte de 27 paramilitares de la AUC en combate con las FARC. Sin embargo, a pesar de que el gobierno implementara estrategias para la seguridad, en el Hato la situación estaba igual pues está a 28,5 km de Simacota, el municipio en donde nació el ELN. Lo mejor era salir de su tierra.

Yo me fui en el año 2000 para Venezuela, tuve que irme de mi país por el orden público que se puso muy complicado. Nosotros nos tocó irnos cinco hermanos. Pero fue muy difícil irme para Venezuela, pase muy malos momentos, se me acabó la plata, me tocó recoger latas de cerveza. Y no tenía para la comida”.

Para el año 2000 ya era presidente Hugo Chávez, su mandato había iniciado desde 1999 y desde entonces fue gobernante hasta su muerte en 2013. La economía de Venezuela era la actualización del Programa Económico de Transmisión 1999-2000. Tenía como meta mantener una inflación de 16%, que el desempleo disminuyera el 20% y un crecimiento del Producto Interno Bruto del 2,2%. Noe decidió cruzar la frontera, pero de forma legal, cogió un bus que lo llevaría hasta Cúcuta y de ahí otro hasta La República de Venezuela. Aunque su parada inicial no era allí.

“Me pude ir en autobús. Pero el problema fue llegar a Venezuela porque llevaba visa de turista y pasaporte, pues también era muy difícil conseguir trabajo porque iba como turista, pero era la única forma para poder pasar legal porque ilegal era muy peligroso. Me fui como legal porque saqué visa y pasaporte porque pensaba irme para España. Pero se me acabó la plata y no pude ir a España y me tocó quedarme en Venezuela”.

Lo que más le impactó al llegar fueron los edificios, el cambio de la cultura, la comida, las costumbres, la moneda e incluso el nombre de los objetos, Para Noe a pesar de estar tan cerca no entendía por qué cambiaban tanto.

“Los nombres de las cosas, por ejemplo, al trapero que nosotros le decimos acá, allá un coleto. Un lazo o una cabuya que uno le dice acá, le decían un mecate (…) entonces yo decía, pero por qué la diferencia de Colombia a aquí, que estamos de la mano al codo. Entonces sí, los nombres pues todo eso también se le dificulta mucho a uno. La cuchara, uno decía una cuchara, no grosero eso es una grosería”.

Durante el periodo de los años 2000, Colombia se encontraba en la cima de la lista de países con mayor migración hacia Venezuela, con un total de 617.257 personas. Los venezolanos estaban conscientes de la difícil situación que atravesaba Colombia en aquel entonces, marcada por el narcotráfico, la guerra y los secuestros. Por lo tanto, no era raro escuchar críticas, comentarios despectivos y señalamientos hacia los colombianos.

“El desprecio de los venezolanos para mí era muy grande, porque me decían que podía ser guerrillero o paramilitar. Se me cerraban todas las puertas”.

Ya en la República Bolivariana de Venezuela, empezó a buscar trabajo, la situación empezó a hacerse difícil, por ser inmigrante no le daban trabajo, no confiaban en él. Los recursos económicos eran cada vez más escasos, no tenía con que transportarse, no tenía con que comer, ni a quien pedirle que lo ayudara. Hasta que encontró una colombiana.

“En fin una señora colombiana que vivía en un edificio fue la que me ofreció trabajo. Y entré a trabajar en ese edificio, ahí trabajé 17 años. Allá en Venezuela le decían al principio a uno, trabajo de conserje en un edificio. Mantenimiento del edificio, un edificio de 40 pisos, 3 torres, jardín. Y me tocaba hacer el mantenimiento del edificio, jardín, vigilancia. No me quedaba tiempo a veces ni de comer”.

Empezó a trabajar, ahora tenía ingresos, su situación parecía mejorar, sin embargo, era inmigrante y el final del mes llegaba con su sorpresa debajo del brazo, al momento de que pagaran el salario terminaba siendo menos de lo prometido.

“Cada mes que nos pagaban uno decía, no, pero mire que aquí me falta eso. Usted no puede reclamar nada, porque usted es extranjero, debería dar gracias por estar trabajando, que le dimos trabajo. Y sí, es una humillación para uno y uno ve que le violan sus derechos a los cuales, como ser humano, tenemos derechos de que nos respeten, así seamos del otro país”.

El trato injusto, la desigualdad, la injusticia y la soledad eran su día día, necesitaba apoyo, como cuando se sube un camino difícil y se necesita de un palo para aguantar el proceso y abrir camino durante el recorrido, es así como dos meses después llega su esposa, Eulalia y tiempo después la menor de sus cuatro hijos, Yamile.

“Pero si es muy duro, primero que me tocó que apartarme de mis hijos y de mi esposa, pues eso fue muy duro, muy doloroso para mí, ya digo, tuve que llorar muchas veces de las circunstancias de la vida”.

En Colombia se suele escuchar que los servicios en Venezuela son subsidiados, a lo que Noe Jiménez dice que si, al igual que el transporte.

Aún esto sigue estando vigente, pues en 2020 se activaron 1368 estaciones de servicio en donde los habitantes según el número de sus placas de sus carros se les surte de gasolina a un precio subsidiado por el Estado. El cupo mensual es de 120 litros de combustible para vehículo automotor y 60 litros para motocicletas. El precio de la gasolina subsidiada por el Estado venezolano es 5.000 bolívares por litro. Este no es el único beneficio, el trabajo también, aunque tenga sus trabas…

“El beneficio que le dan a uno allá es el trabajo, porque si hay trabajo en Venezuela, pero es difícil para uno sin documentos, o sea llegar uno sin documentos a Venezuela es mucho más difícil, que los venezolanos lleguen acá, porque acá yo veo venezolanos sin documentos, manejando moto, trabajando y mientras que, en Venezuela, sin documentos, a uno nunca le daban trabajo y si le daban trabajo le pagaban lo que ellos querían sin derecho a que uno reclamara nada. Bastante trabajo informal, pero para los venezolanos, para los extranjeros, es muy difícil”.

Después de adquirir la cédula se convertía como un documento mágico, una vez que se tiene, las puertas del sistema de salud se abren, ofreciendo una atención médica completamente gratuita. Ya no había barreras económicas que impidieran cuidar del cuerpo y la mente.

“El sistema de salud en Venezuela pues sí era bueno porque después de nosotros tener la cédula venezolana íbamos gratis al sistema de médico gratis. Sí, si fue bueno cuando estaba el presidente Chávez sí fue bueno, muy bueno el servicio de salud”.

Para tener la cedula venezolana era necesario presentar pruebas como el pasaporte y la visa en donde se demuestra el ingreso desde Colombia a Venezuela y así explicar cuántos años llevaba trabajando en el país.

Fue el único de su familia que pudo sacar la cédula venezolana, así que la cédula de transeúnte que se vencía cada dos años había quedado atrás, oficialmente tenía nacionalidad venezolana.

“En los 17 años fui el único que pude sacar cédula venezolana, mi esposa y mi hija no pudieron sacar cédula venezolana, o sea nacionalidad, yo sí pude sacar nacionalidad nada más. Pero mi esposa no pudo sacarla, ni mi hija y eso que decían que era muy fácil, eso no era fácil, nosotros hicimos todo el trámite para que a ella también le dieran su cédula venezolana, sacamos la pensión de Venezuela porque cotizamos (…) tenemos la pensión allá pero no hemos podido ir a cobrar, no sabemos nada de esas pensiones”.

Para los venezolanos “no hay mejor amigo que un viejo conocido” sin embargo, después se dieron cuenta que, a Noe Jiménez, ese dicho no lo caracterizaba y como dicen por ahí el roce hace el cariño, porque su esfuerzo, su pasión por el trabajo, por servir a la gente hicieron que tuvieran que pedirle perdón por los desprecios.

“Después de que ya nos hicimos amigos en Venezuela y me decían no que disculpara que qué pena que me habían tratado así con tanto desprecio que era una persona muy trabajadora, pues sí, celebraban conmigo a veces tomamos un whisky y una parrilla, hacían parrilla y si la pasamos. Tengo buenos recuerdos también y como bueno… no soy rencorista, pues lo malo lo hecho al olvido y lo bueno lo guardo”.

En 2019 la economía empieza a ponerse difícil, Noe, su esposa y su hija debían dividirse, ir a los supermercados a las 10 de noche o incluso 2 de la mañana, cada uno en uno diferente, intentando conseguir algún alimento, una libra de harina, pasta, una libra de arroz. Allá amanecían, llegaba el medio día del día siguiente y ninguno de los tres había podido conseguir nada. En algunos momentos la desvalorización del bolívar era tan fuerte que los alimentos eran muy caros.

“O sea, no había que comprar, no habían alimentos y empezando en el papel higiénico, las toallas para las damas, nada de forma de conseguir absolutamente nada. Nosotros llegamos a la casa sin nada y como ya habían otros tres hermanos, entonces nos llamaban, mira tienes media libra de arroz para que me prestes o una libra de pastas, qué tiene usted allá para que me preste, eso tocó llegarlo a hacer en Venezuela o sea, prestarnos las cosas, al trueque como antes sí”.       

Salir de su país fue una situación muy dura para Noe, no imaginaba que tuviera que hacerlo porque los que debían hacer justicia por las víctimas como él, también eran culpables, él solo tenía odio por eso, era la razón por la que decía que él no volvía a Colombia

“Yo decía que no volvía a Colombia porque me fui herido y con sentimiento, tocar irme de mi país, saber que las autoridades que tenían que hacer justicia por lo que hacían los grupos armados y no lo hicieron estaban en complicidad con ellos entonces, eso me dolía a mí y yo decía que no volvía a mi país”.

Las circunstancias de Venezuela eran cada vez peor, así que tuvo que regresar a Colombia y por tercera vez empezar de cero. El sueño que por un momento quería que se hiciera realidad, sin embargo, no lo fue de la forma en que ellos lo imaginaban.

“Siempre con un sueño de hacer algo y volver a regresar a mi país e iniciar de nuevo y vean ese sueño que teníamos volvió a irnos al piso, pero yo pienso que nosotros los seres humanos debemos de tener esa capacidad de si caemos levantarnos y seguir con impulso y no mirar atrás”.

Aunque no era la primera vez que regresaba a Colombia desde que se fue hace 23 años, la muerte de su mamá hizo que al estar nuevamente aquí pudiera analizar las cosas y perdonar un poco. Regresar a Colombia, siempre le emocionaba ver a sus amigos y estar en su tierra, a pesar de que le habían dicho que se fuera. Estar allí, vivo, significaba mucho para él.

“Me decía la gente, mis amigos, dejé muchos amigos, mis amigos que me decían es mejor que se vayan don Noe, porque lo van a matar váyanse, yo decía, pero ¿para dónde me voy? cuando regresé me decían, bueno, lo volvemos a ver vivo don Noe, no, que dicha verlo. Bueno, me abrazaba la gente lloraban y lloraba yo también de ver que había tenido la oportunidad de regresar”.     

Ahora tiene una tienda que compraron con su hija, Yamile, aunque no imaginaba que terminaría en eso. En Colombia el campo siempre había sido su lugar de trabajo, ama la naturaleza, las plantas, la tranquilidad, cultivar, tener ganado, pero la vida lo trajo hasta aquí, una tienda en el barrio Diamante 2.

“Acá colocamos una tiendita compramos una tiendita con mi hija porque ella era la que más o menos tenía idea de tienda a mí pues nunca, pensé tener tienda porque mi trabajo siempre fue en el campo aquí en Colombia trabajé fue en el campo y me dedicaba yo a trabajar en el campo a colaborarle a mi gente de mis veredas”.

A pesar de todo lo sucedido en Venezuela, espera algún día volver y saber qué pasó con la pensión que tiene allá, con el dinero que quedó en los bancos y que nunca le quisieron entregar. Cada que llega un venezolano a su tienda nunca puede decirle una frase con desprecio, al contrario, lo recibe con una gran sonrisa y con su bocado.

“A mi tienda llegaban muchos venezolanos y yo no fui capaz nunca de decirles palabra de desprecios como me decían a mí, ya te digo a mí me decían que podía ser guerrillero, que podía ser paramilitar, que era un muerto de hambre, que me tenía que haber ido para otro país y aquí nosotros no, porque yo siempre en mi tienda le daba pan y gaseosa. Y yo sé que nosotros no somos capaz de tratarlos así, aunque aquí vinieron a hacer muchas cosas que no era trabajo y yo llegué a Venezuela fue a trabajar, a servirle al país venezolano”.

La vida se asemeja a un viaje en carretera, lleno de giros inesperados y desafíos en cada curva. Noe Jiménez ha sido llevado por caminos desconocidos y paisajes cambiantes, donde la determinación y la valentía han sido compañeras constantes. A medida que avanza en su camino, descubre que, como en cualquier viaje, el verdadero destino a menudo se revela al final del trayecto. Esta historia es un recordatorio de que, en esta travesía llamada vida, la perseverancia puede conducir a lugares asombrosos y a un futuro lleno de sorpresas.